domingo, 19 de febrero de 2012

BIENVENIDO 2.012

Hola a todos /as:

El año anterior en la misma circunstancia, empezando el año, no dudé en desocultar en la primera entrada del año deseos y preocupaciones ante los problemas de nuestra educación .

Un año después, no sólo renuevo esos deseos y compromisos sino que diversas situaciones, realidades, noticias como también diferentes voces vinculadas a la educación que no dejan de convocar insistentemente a nuestras conciencias, me llevan a pensar (una vez más) en las causas del agravamiento de algunas situaciones. Hacer inteligible la complejidad de los problemas que enfrentamos en el día a día en las escuelas es un primer y necesario paso; práctica que también nos ayudaría a evitar dar pasos en falso.

Les dejo un cuento de los hermano Grimm "El abuelo y el nieto".... quizá para pensar en las soluciones rápidas y cómodas sin tener en cuenta al Otro.

Érase una vez un hombre muy anciano, al que los ojos habían vuelto turbios, sordos los oídos, y las rodillas le temblaban. Cuando estaba sentado a la mesa y ya casi no podía sostener la cuchara, derramaba algo de sopa sobre el mantel, y otro poco de sopa le volvía a salir también de la boca.

Su hijo, y la esposa de su hijo, sentían asco de ello, y, en consecuencia, el viejo abuelo hubo de sentarse, finalmente, en la esquina detrás de la estufa. Le daban la comida en un cuenco de barro, y ésta ni siquiera era suficiente para saciarle. Cierto día, sus manos temblorosas no pudieron sujetar el cuenco y éste cayó al suelo y se rompió. La mujer joven le regañó, más él no dijo nada y se limitó a suspirar. Entonces ella le compró por pocas monedas una vasija de madera de la que él habría de comer en adelante. Cuando de esta forma están sentados, el nieto pequeño, de cuatro años comienza a acarrear tablitas y a dejarlas en el suelo. “¿Qué es lo que estás haciendo?”, le preguntó el padre. “Voy a hacer un comedero”, respondió el niño, “para que coman papá y mamá cuando yo sea grande”. Entonces el padre y la madre se miraron un rato de hito en hito, comenzaron finalmente a llorar y se apresuraron a traer el viejo abuelo a la mesa. Desde entonces le dejaron comer siempre junto a ellos, y tampoco dijeron nada si, alguna vez, derramaba un poco de sopa.